lunes, 25 de abril de 2011

La clase de Gimnasia.

¡Rrriiiinnnggg!
El pitido que señala el cambio de clase acababa de sonar. ¿Qué clase tendría ahora? La más temida... ¡Educación física! No me gusta para nada, soy muy muy torpe y lo odio no me gusta nada.

Todos los niños salen del vestuario y se van a las pistas a calentar. El profesor de mientras estaba dibujando dos círculos bien grandes, en el suelo de las pistas, no muy separados el uno del otro.
Cuando acabamos de calentar nos mandó que nos separaramos por grupos de seis. Yo como siempre me quedaba sola y el profesor tenia que ponerme en algún grupo mientras los demás hacían muecas de desagrado.
¿Cuál sería el deporte de esta semana? ¡Ah, estupendo! Fútbol... ¡No podría ser otro, no! Bah... de todas maneras se me dan mal todos los deportes que existen, los que no también.

Yo estaba en el equipo A y jugábamos contra el B, perdimos. Y seguramente la gran culpa fue mía, más faltas no pude cometer y encima para una vez que marco un gol no es en la portería contraria si no en la nuestra propia. Vamos, un desastre.

Una cosa que me molestó muchísimo fue que a los perdedores nos teníamos que poner en uno de los círculos que ponía P, de perdedores, y a los ganadores los ponían en el círculo con la G, de ganadores. Lo veo completa mente un acto de discriminación hacia los torpes. ¡Hacia a mi!
Los "supuestos ganadores" nos estuvieron molestando chinchando todo el día solo por esa mala acción del profesor. ¡Por unos malditos círculos en el suelo de las pistas!


Ha empezado a llover y ya es tarde, debería volver a casa. Papá me estará esperando con Jean para cenar pero tengo que ir a devolver el libro a la biblioteca.
Me pongo la capucha de la sudadera y ando todo lo deprisa que puedo para llegar lo antes posible, entregarlo e irme a casa de una vez.
Cuando llegué a la biblioteca estaba empapada y se me estaban helando los huesos. Me dirigí hacia el mostrador y entregue el libro a la compañera de mi madre, otra bibliotecaria.

-Perdona, ¿mi madre ya se ha marchado?.
-Lo siento cielo pero se fue hace unos minutos.

¡Mierda! Ahora tendría que volver andando y mojarme por la lluvia de nuevo.
Me iba a ir ya pero no perdía nada por echar un vistazo a los pasillos de la biblioteca, tenía curiosidad por volver a ver a ese chico tan fascinante de ojos verde esmeralda y pelo azabache.
Estuve dando vueltas por allí un rato, no encontré nada así que me dirigía a la salida cuando la muchacha del mostrador me dio un paraguas.

-Lleva aquí mucho tiempo, creo que le podrás dar mejor uso que estar aquí ocupando espacio.
-Gracias.-Dije mirando por ultima vez la biblioteca en busca de aquel chico.

Iba caminado lentamente por la acera de la calle rumbo a mi casa, seguía lloviendo.
Empecé ha oír pasos detrás de mí, me giré pero no había nadie. El sonido no cesaba así que empecé a caminar más y más deprisa cuando una sombra se detuvo ante mí.

-¡Ah!
-Perdona, ¿te he asustado?
-¡Casi me matas de un susto!

Era él, no podía imaginármelo. Era él y estaba hablando conmigo, no tenía paraguas y se estaba empapando todo.

-Pasaba por aquí y te vi tan sola debajo de esta incesable lluvia que decidí acompañarte para que no te expongas sola a los peligros de la noche.
-No, gracias.- ¡No me lo puedo crees, le he dicho que no!
-¿Estás segura? Creo que sería mejor si te acompañara a casa.
-Esta bien.

Andamos unos minutos muy juntos debido a que teníamos que compartir paraguas hasta que dijo:

-¿Como te llamas?
-Emm.. ¿Yo? Me llamo Elisabeth.-Dije con un tono de vergüenza.
-Encantado Elisabeth, yo soy Demian.
-Bueno creo que ya llegamos, esta es mi casa. ¿Quieres que te deje el paraguas?
-No, no importa. Prefiero sentir el contacto de la lluvia en mi piel.

martes, 5 de abril de 2011

El chico extraño.

El sol me despierta por la mañana, miro el reloj y aun es muy temprano así que supongo que me tendré que quedar dando vueltas por la cama ya que no puedo conciliar el sueño.
Hoy ya es Domingo y eso supone que mamá habrá hecho sus famosas tortitas con extra de chocolate para mi hermano y para mi. Ella papá no, están a dieta. O eso según ellos.

Después de un buen rato en la cama decido ir a la cocina, papá, mamá y Jean ya estaban desayunando. ¿Por qué no me habrán llamado? Mientras desayunábamos, papá me decía que por qué no iba a pescar con él. La verdad, no me apetece. Y la otra opción es ir con mamá a la biblioteca. Es que ahora quiere ser bibliotecaria, dice que así se hace amigos.

Al final me fui con mamá, no tengo nada que perder. Me gusta leer así que aprovechare y buscaré algún libro interesante.
Cuando llegamos mamá fue directa al mostrador con su currículum y yo mientras tanto me estuve paseando por aquella gigantesca biblioteca. La verdad es que me gusto mucho. Estaba decorada como un antiguo castillo gótico. Era de lo más ideal por así decirlo.

Encontré una sección de libros antiguos y me entró la curiosidad. Cogí unos pocos y me dirigí hacia una de las mesas de una esquina retirada de la biblioteca.
¡Dios mio! Mis ojos vieron lo más bellos que no habían visto jamás. Era un chico asombrosamente increíble. Tenia un pelo negro azabache precioso y un perfil más perfecto aún. Llevaba una chaqueta de cuero negra, botas de motero y camiseta negra ceñida que hacia que se le marcaran hasta los más soñados músculos que ningún chico que había conocido antes podría tener.
Él estaba hablando con una chica rubia un poco siniestra, parecían pelearse. Él empezó ha agitar las manos bruscamente y ella lo agarró por el cuello como si ahogarlo quisiese. Yo me asuste y tiré sin querer los libro que llevaba en la mano al suelo, ellos se sobresaltaron sobretodo el chico. Me estaba mirando de una forma muy peculiar y penetrante, yo me empecé a ruborizar. La chica le soltó le dijo unas palabras al oído y se largo deprisa. Él se quedo de piedra mirándome y yo sin saber que hacer le pregunté:
-¿Estás bien?-Dije con tono de preocupación.
-Umm... no sabría que decir, me has dejado de piedra.
-¿Perdona?
-Debo marchar.-Y tal como lo dijo se levantó del sillón y tocándose el lóbulo de la oreja se gira hacia a mi.- Olvida lo ocurrido.

¿Que olvide lo ocurrido? ¡Ni en sueños! Creo que he encontrado al hombre de mi vida y aun así no tengo ni pajolera idea de quien leches era esa tía ni porque intentó ahogarle. De todos modos, no puedo parar de pensar en él. Ni siquiera sé su nombre.