¡Rrriiiinnnggg!
El pitido que señala el cambio de clase acababa de sonar. ¿Qué clase tendría ahora? La más temida... ¡Educación física! No me gusta para nada, soy muy muy torpe y lo odio no me gusta nada.
Todos los niños salen del vestuario y se van a las pistas a calentar. El profesor de mientras estaba dibujando dos círculos bien grandes, en el suelo de las pistas, no muy separados el uno del otro.
Cuando acabamos de calentar nos mandó que nos separaramos por grupos de seis. Yo como siempre me quedaba sola y el profesor tenia que ponerme en algún grupo mientras los demás hacían muecas de desagrado.
¿Cuál sería el deporte de esta semana? ¡Ah, estupendo! Fútbol... ¡No podría ser otro, no! Bah... de todas maneras se me dan mal todos los deportes que existen, los que no también.
Yo estaba en el equipo A y jugábamos contra el B, perdimos. Y seguramente la gran culpa fue mía, más faltas no pude cometer y encima para una vez que marco un gol no es en la portería contraria si no en la nuestra propia. Vamos, un desastre.
Una cosa que me molestó muchísimo fue que a los perdedores nos teníamos que poner en uno de los círculos que ponía P, de perdedores, y a los ganadores los ponían en el círculo con la G, de ganadores. Lo veo completa mente un acto de discriminación hacia los torpes. ¡Hacia a mi!
Los "supuestos ganadores" nos estuvieron molestando chinchando todo el día solo por esa mala acción del profesor. ¡Por unos malditos círculos en el suelo de las pistas!
Ha empezado a llover y ya es tarde, debería volver a casa. Papá me estará esperando con Jean para cenar pero tengo que ir a devolver el libro a la biblioteca.
Me pongo la capucha de la sudadera y ando todo lo deprisa que puedo para llegar lo antes posible, entregarlo e irme a casa de una vez.
Cuando llegué a la biblioteca estaba empapada y se me estaban helando los huesos. Me dirigí hacia el mostrador y entregue el libro a la compañera de mi madre, otra bibliotecaria.
-Perdona, ¿mi madre ya se ha marchado?.
-Lo siento cielo pero se fue hace unos minutos.
¡Mierda! Ahora tendría que volver andando y mojarme por la lluvia de nuevo.
Me iba a ir ya pero no perdía nada por echar un vistazo a los pasillos de la biblioteca, tenía curiosidad por volver a ver a ese chico tan fascinante de ojos verde esmeralda y pelo azabache.
Estuve dando vueltas por allí un rato, no encontré nada así que me dirigía a la salida cuando la muchacha del mostrador me dio un paraguas.
-Lleva aquí mucho tiempo, creo que le podrás dar mejor uso que estar aquí ocupando espacio.
-Gracias.-Dije mirando por ultima vez la biblioteca en busca de aquel chico.
Iba caminado lentamente por la acera de la calle rumbo a mi casa, seguía lloviendo.
Empecé ha oír pasos detrás de mí, me giré pero no había nadie. El sonido no cesaba así que empecé a caminar más y más deprisa cuando una sombra se detuvo ante mí.
-¡Ah!
-Perdona, ¿te he asustado?
-¡Casi me matas de un susto!
Era él, no podía imaginármelo. Era él y estaba hablando conmigo, no tenía paraguas y se estaba empapando todo.
-Pasaba por aquí y te vi tan sola debajo de esta incesable lluvia que decidí acompañarte para que no te expongas sola a los peligros de la noche.
-No, gracias.- ¡No me lo puedo crees, le he dicho que no!
-¿Estás segura? Creo que sería mejor si te acompañara a casa.
-Esta bien.
Andamos unos minutos muy juntos debido a que teníamos que compartir paraguas hasta que dijo:
-¿Como te llamas?
-Emm.. ¿Yo? Me llamo Elisabeth.-Dije con un tono de vergüenza.
-Encantado Elisabeth, yo soy Demian.
-Bueno creo que ya llegamos, esta es mi casa. ¿Quieres que te deje el paraguas?
-No, no importa. Prefiero sentir el contacto de la lluvia en mi piel.
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